58ª Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia. May you live in interesting time 2019 Actos de Dios |
Hay quien dice que el drama en una película no puede tener un futuro puesto que todo relato ha sido predicho, realizado y editado para atajar nuestra incredulidad, así sea en forma temporal. Y hay quien piensa, como Pablo Vargas Lugo, que el cine es el medio más adecuado para llevar a cabo una reflexión no solo acerca del concepto de fe como creencia religiosa sino, también, sobre las maneras en que nuestras convicciones se ven reflejadas –cuando no distorsionadas e instrumentalizadas– en el discurso político y el imaginario cultural.
Actos de dios parte de las distintas perspectivas que ofrecen las cuatro versiones de los evangelios canónicos sobre una misma historia. La obra recoge las inconsistencias en los detalles y las divergencias en algunos momentos que se refieren a episodios específicos en la vida de Cristo para generar una narrativa no-lineal y plantear una serie de preguntas en torno a lo que sucedería si aquel a quien le fue asignada la tarea de redimir a la humanidad, se esmerara en cumplir las predicciones que de su vida hicieron los profetas, sin tener la certeza de que se logren consumar. ¿Qué pasaría si se pusiera en entredicho la relación causa-efecto y, de escapar su desenlace al orden de las cosas que dictaba el Antiguo Testamento, ¿cómo se reorganizarían sus episodios y se acomodarían sus secuencias? En otras palabras, Actos de dios abre la posibilidad de imaginar qué nuevas enseñanzas podríamos sacar si las parábolas no consiguieran revelar aquello que, según dictaba la biblia, permanece oculto desde la creación; y si, ante el desconcierto de actantes y actores que protagonizan esta historia, se cruzaran sus miradas dejando que se infiltren nuevas subjetividades en sus distintos escenarios.
Puesto de otra forma, pudiera ser que las fallas y tropiezos que reúne Actos de dios revelen paralelismos con otras fábulas y ficciones que apuntan a la persistencia de problemáticas diversas como la relación entre la avaricia y el poder; la migración y la pobreza; la duplicidad y la traición; la tentación y los milagros; la incredulidad o, en su defecto, el mesianismo político y el fanatismo religioso que, de la mano de la intolerancia y el fundamentalismo, han ido transformando nuestro tejido social.
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